jueves, 4 de agosto de 2016

Salmo del día 04/03/2016

Sal 50 R/. Oh Dios, crea en mí un corazón puro Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu. R/. Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso: enseñaré a los malvados tus caminos, los pecadores volverán a ti. R/. Los sacrificios no te satisfacen: si te ofreciera un holocausto, no lo querrías. Mi sacrificio es un espíritu quebrantado; un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias.

miércoles, 3 de agosto de 2016

SALMO DEL 03/08/2016

Salmo Jr 31,10-13 R/. El Señor nos guardará como pastor a su rebaño Escuchen, pueblos, la palabra del Señor, anunciadla en las islas remotas: «El que dispersó a Israel lo reunirá, lo guardará como pastor a su rebaño.» R/. Porque el Señor redimió a Jacob, lo rescató de una mano más fuerte. Vendrán con aclamaciones a la altura de Sión, afluirán hacia los bienes del Señor. R/. Entonces se alegrará la doncella en la danza, gozarán los jóvenes y los viejos; convertiré su tristeza en gozo, los alegraré y aliviaré sus penas. R/.

lunes, 1 de agosto de 2016

MENSAJE DE 01/08/2016

San Alfonso María de Ligorio El llamado del Señor nos llega poco a poco, incluso cuando menos lo esperamos. Nos llama poniéndonos ciertas inquietudes en el corazón, o esperando a que las pequeñas molestias de la vida se acumulen hasta que empezamos a preguntarnos por qué nos suceden las cosas y dónde está Dios. Gradualmente vamos adoptando una perspectiva eterna, sin siquiera percatarnos de que Dios es quien nos hace pensar así porque desea transformarnos, y poco a poco vamos respondiendo como nunca antes lo habríamos hecho: yendo a Misa en la semana, leyendo la Biblia o algún libro de meditaciones, dando gracias por la comida y el trabajo. Esta es la forma en que solemos comenzar a caminar con Jesús; no porque simplemente se nos ocurra, sino por el gran amor y la misericordia que Dios nos tiene. ¿Qué cosa hay que pueda separarnos del amor de Dios? ¡Ninguna! Durante toda la vida él nos está llamando, a veces con susurros, a veces a grandes voces, porque anhela hacernos partícipes de su vida. Tanto nos ama que no se limita a mantener nuestra vida, sino que está siempre trabajando para que cada vez seamos hijos e hijas más perfectos, llenos del poder del Espíritu Santo y unidos como un solo cuerpo bajo Cristo, cabeza de la Iglesia. Este amor inagotable y siempre dinámico es lo que Jesús demostró cuando dio milagrosamente de comer a cinco mil personas. Los discípulos le sugirieron que despidiera a la gente, pero Jesús deseaba seguir enseñándoles y demostrándoles amor. Su generosidad y su ternura superan con creces todo lo que podamos imaginarnos, y da gratuitamente a todo el que acuda a su lado. Después de todo, ¿cómo podríamos retribuirle por una vida entera de abundante gracia y amor? ¿Con el equivalente de unos pocos panes y pescados? Sólo basta pedir para obtener esta gracia infinita. Acerquémonos con humildad a la mesa del Señor para recibir el pan de vida y pidámosle a Jesús todo lo que él quiera darnos. La generosidad de Dios no conoce límites y está siempre en acción. Por eso, no permitas que nada te impida llegar junto al Señor: ni resentimientos, ni iras, ni amarguras ni pecados habituales. “Padre eterno, concédenos que tu gracia nos sane y nos moldee como tú quieras, para que seamos hijos e hijas auténticos que reflejen tu amor en todo lo que dicen y hacen.” Jeremías 28, 1-17 Salmo 119(118), 29. 43. 79-80.95. 102